Mi nombre es Andrea y siempre he sentido curiosidad por comprender el cerebro y el comportamiento humano. Por eso escogí la carrera de Psicología.

Desde que tengo uso de razón me ha interesado especialmente entender por qué algunas personas “no encajan en la sociedad”, así que estudié también el Grado de Criminología y me especialicé en jóvenes con un Máster en criminalidad juvenil e intervención con menores.

A pesar de mi formación, no acababa de encontrar mi lugar, de saber qué quería hacer o qué rumbo dar a mi vida, lo que me llevó a vivir en distintos países y me permitió conocer otras formas de educación y de aplicar la psicología, siempre vinculada al trabajo con menores y sus familias.

En 2018 tuve la oportunidad de trabajar como psicóloga en una prisión (sí, sí en una cárcel con criminales de verdad). Resultó ser una experiencia súper gratificante de la que aprendí muchísimo, pero al escuchar sus historias me invadía siempre la misma sensación: “llegaba tarde”.

Así que decidí volver a trabajar en consulta y retomar el trabajo con las familias y, en lugar de en la reinserción, centrarme en la prevención.

«creo en la reinserción, la he visto con mis propios ojos y he formado parte de ella, pero estoy convencida de que lograríamos mucho más si trabajáramos la prevención«.

Durante los últimos años me he volcado en detectar las principales demandas de las familias para poder trabajar el origen de sus problemas, sus preocupaciones, y ayudarlas en su día a día.

Cada vez llegaban a mi más casos de jóvenes perdidos, padres descontentos y desesperados, problemas familiares… Y  a menudo escuchaba comentarios como “los adolescentes ya no tienen remedio”, “son cosas de la edad”,  “ojalá se le pase pronto” o “ya lo damos por perdido”.

                                                                   ¡¡Horror!!

¿Quién ha dicho que la adolescencia es una etapa terrible que solo nos queda temer y sufrir? ¿En qué momento hemos tirado la toalla? ¿Por qué hemos aceptado como normal que los adolescentes se sientan mal, estén siempre enfadados, que la convivencia sea imposible? ¿Cómo podemos fingir que no nos importan y dejarlos solos a su suerte, precisamente en una de las etapas más determinantes de su vida?

Me niego a asumir que la adolescencia sea una etapa negativa y terrible. Es un periodo lleno de oportunidades, primeras veces, decisiones importantes y experiencias. Es mucho más que un paso intermedio entre infancia y adultez. Es una etapa crucial (e inevitable) del desarrollo y es hora de prestarle la atención que merece.

Con esta visión nace BIENVENIDA ADOLESCENCIA. Un espacio donde aproximarse a la adolescencia de manera sana, informada y optimista. Un lugar seguro desde el que asesorar a adolescentes, padres y maestros. Si tú eres de los que todavía creen que la adolescencia es una etapa importante en la vida que merece ser explorada, disfrutada y compartida, bienvenidx.